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Experiencia Rural: Un momento para crecer
Por
Instituto O'higgns .
Publicado:
1 Noviembre 2003
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La Experiencia Rural se llevó a cabo este año desde el 5 al 31 de octubre. Cuatro terceros medios participaron de esta extraordinaria experiencia de vida en donde se vive la Fe.   La experiencia rural es una actividad de crecimiento personal destinado a los jóvenes de tercero año medio que, año tras año, son recibidos por familias del secano costero durante una semana.
Su tarea es ser miembro activo de una familia rural, es decir, tener que trabajar como uno más. El secano costero de la sexta región constituye una de las zonas con menos desarrollo dentro del país, aquí la actividad principal es la agricultura y ganadería de subsistencia. En algunas partes se explota la lana de alpaca y la carne de ñandú. Es en esta zona donde familias contactadas mediante los párrocos de los pueblos de La Estrella, Litueche y Marchihue reciben a jóvenes con el ánimo de compartir y vivir una semana entre ellos.
 
Con una hospitalidad digna de ser imitada, las familias que reciben jóvenes (puede ser de uno o dos) están felices, y esperan cada año para que este nuevo miembro de la familia llegue y sea por un tiempo uno de ellos. Trabajo, esfuerzo, dedicación y fe son los hilos conductores de estas familias que se hacen parte de esta experiencia que nace de la necesidad de abrir nuevos mundo a los jóvenes de nuestro colegio, que sean capaces de dejar su vida normal y, desde la familia que lo recibió, sean capaces de mirar su vida desde afuera, ya que es esta vivencia lo que les hace valorar lo que tienen, además de agradecer el amor que con mucha facilidad les entregan por siete días.  En estos lugares de la región, los paisajes y caminos son desolados e infinitos, lo que los hace ser inaccesibles para alguien que no conoce a cabalidad el lugar, esto hace que sólo un conocedor sepa hacia donde ir y que bifurcación se debe tomar, papel que juegan muy bien los profesores que acompañan y visitan diariamente las casas donde se hospeda cada uno de los jóvenes y que por lo tanto son parte fundamental de que la experiencia resulte positiva y bien organizada. 
 
El mundo se hace de palabras y conversaciones, y son éstas las que queremos dar a conocer en testimonios de personas que vivieron en carne propia esta experiencia. La Señora Maggi de Manquehua, cerca de Litueche nos cuenta lo que siente y lo que ha vivido: "ojalá que esta experiencia les sirva de mucho para que vean la diferencia que tienen ellos allá (en Rancagua), de lo que uno tiene aquí"; "A mí me hubiera gustado que todos hubiesen pasado por esta experiencia, porque les sirve una enormidad, para que el día de mañana digan que ellos se atrevieron a venir, ya que hay varios que no se atreven porque piensan que esto les va a quedar grande, que no les va a gustar, pero hay que atreverse, hay que hacerlo"; "Yo le doy gracias a las mamás, que confían en nosotros, que no nos conocen, no saben quiénes somos. Que sepan que cada niño que ha estado aquí, se ha llevado un pedacito de los corazones nuestros"; "Yo he sido feliz con esta experiencia y estoy feliz con lo que hago, porque voy haciendo como una cadena que ojalá que no se corte. Yo le digo a todos lo niños que me dicen -la voy a llamar- y nunca lo hacen, que se acuerden que dejan una viejita que los quiere y lo adora y los va a recordar siempre y que mientras yo viva van a estar las puertas abiertas en mi casa"
 
Sin duda que estas palabras reflejan el compromiso que hay y demuestra con creces la hospitalidad con que estas familias abren sus puertas a la comunidad del instituto O'Higgins. Esperamos que este noble proyecto esté recién comenzando y que le queden muchos años de vida, porque la verdad es que es una experiencia de las que no se olvidan y de las que se aprende más que de un libro o una sala de clases y es que las personas con que se convive durante estos siete días son tan grandes en espíritu y tan honestas en su actuar, que parecen sacadas de un cuento, pero que son de carne y hueso y están ahí, dispuestos cada año a entregar consejo, hospitalidad, cariño y siete días, para que un joven cambie su visión de mundo y la ponga al servicio de ellos.
 
Por Jorge Ossandón Rosales
4° Humanista    

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